Nieves oye el telefonillo, mira por la ventana, un enorme coche negro, y un guapo muchacho con uniforme militar que sale de él, no es un guapo militar, es el gilipollas de antes, mejor encuadernado, pero un mierda por dentro.
Se ha puesto de caramelo, hacía años que no visitaba la tumba de su abuelo, le apetece, y también conocer la historia del viejo sargento, que no sabe por qué, nadie le ha contado.
Cuando baja, Víctor la mira sorprendido de la bondad de la higiene y de la pulcritud en la vestimenta, parece otra, no es guapa, pero si tiene belleza de mujer, es un conjunto aparente, pero se acuerda de la que le faltó poco tiempo antes, y la cara se colapsa en un rictus de asco, le abre la puerta, y deja que entre en el coche, lo hace sin mirarlo, el también mira al frente, no adonde ella está.
Cierra la puerta y se coloca al lado de Jorge, el ayuda del abuelo.
El coche arranca.
– ¿Tu eres la nieta de Arredondo?
-Supongo, Don…
-Llámame General, – Nieves lo mira, es como el nieto, pero con arrugas, los ojos miran lo mismo, la cara de piedra es igual, si, son familia.
-Tu, zopenco, – golpea el asiento del nieto con su bastón.
-Sí, abuelo.
-Me habías asegurado que era fea como una mona.
-Sí, abuelo, me ratifico en ello.
El General mira a la muchacha, los ojos le echan chispas.
-No le hagas caso, – le sonríe el general -, es mi nieto, pero es gilipollas.
-Ya me había dado cuenta, – contesta Nieves.