Es Coronel en una tierra perdida, los han cazado, los vehículos arden alrededor de la casucha, solo quedan Arredondo y él, es de noche, han hecho daño, y por eso les dan tregua, pero no quedan municiones casi, la pierna le está matando, el costado más.
-Coronel, que tiene más sangre, no me sea nenaza.
-Tus muertos, Arredondo.
Arredondo sonríe, es feo de narices, pero un toro, lleva dos balazos en el cuerpo y metralla como para romper un detector de metales, pero el puñetero sonríe.
-Dos cargadores, mi Coronel, y las pistolas.
– ¿Solo eso?, Arredondo.
-Y cuatro cojones españoles, – y saca el enorme cuchillo de combate, lo mira, tiene sangre por todos lados, como el mismo, no saldrá de allí, seguro.
Mira a las estrellas, la noche es preciosa, ahora que no se oye nada, sería un lugar magnífico, si no se ocultara tras la sangre de los hombres que mueren allí.
-Mi Coronel, ¿ha visto a mi nieta?
-No, Arredondo.
El sargento saca una foto, y la alumbra con la linterna, es una niña gordita y preciosa.
-Gracias a dios no ha salido como tú, sargento.
-Me he preguntado si a mi hijo le han puesto los cuernos, es una monería, y mi hijo tan feo como yo.
-Sácame la cartera del bolsillo, – uno de los brazos no le funciona.
Arredondo con un esfuerzo logra sacarla.
-Ábrela, mira la foto.
Arredondo mira, es un niño, muy guapo.
-Coronel, vaya nabo, y vaya cojones, – sonríe el sargento.
-Es un Elizalde, no tenemos cerebro, pero cojones, como tú, – y tose, escupe sangre, no lo sabe, pero está medio reventado por dentro.
Arredondo sonríe.
-Sargento.
-Sí, mi Coronel.
-Júrame que, si sales de esta y yo no salgo, cuidarás de mi nieto, mejor, que se casen, son descendientes de soldados españoles, algo, – y sonríe -, que cada vez se da menos.
-Yo…
-Mi hijo, el capitán Elizalde, se muere de cáncer de páncreas, de todas las maneras, salga o no salga, morirá.
– ¿Y la madre?
– ¿La austriaca?, con sus putos muertos, – Arredondo se sorprende, el Coronel no es persona de decirlos -, está solo, ni su abuela que en paz descanse.
Arredondo mira la foto.
-Así será, mi Coronel, por mis muertos, lo de que se casen… bueno, que así sea.
-Yo, si salgo, – Elizalde sonríe, escupe sangre -, cosa que no creo, cuidaré de tu nieta, será mi nuera, nada le faltará.
Se oyen disparos.
-Mi Coronel, los moros que se han levantado con cojones.
Él sonríe, queda poco, agarra con fuerza la pistola, el último en la cabeza, un Coronel es una alegría para ellos, no les dará el gusto.
Oye el silbido, sabe que es un RPG, un cohete, están muertos, Arredondo también lo oye, y de un salto se echa sobre él, protegiéndolo con su cuerpo, la explosión es enorme, la luz se pierde, y solo percibe el tenue zumbido de sus oídos, después… nada.
Rescate, un mes en coma, y el viejo Coronel que sale de aquella tragedia, Arredondo no, cuando despierta, nadie le contesta, busca en la casa, en el pueblo de ellos, nada, los Arredondo se han perdido, han ido al extranjero, y busca, pero no encuentra, y nada se dispersa, todo continua en espera, pues su palabra es su palabra.