67 Garri

Luciano Garrido, el Garri, mira a los dos que están debajo del árbol, en la zona oscura, como si fueran comandos de las películas, de los malos de pago, cuando son solo pedazos de mierda que al sol se secarán, sonríe, si, hace mil años él era así, ahora son unas risas cuando lo recuerda; mira el reloj a la luz de una farola que se carga con paneles solares y que apenas si recuerda lo que es alumbrar, pero sirve, si, es tarde, es la hora que empieza a salir el personal del turno diario, y sabe lo que buscan, sabe a quién buscan, y sabe que…, sonríe con la sonrisa que hace que a los demás se les aflojen los esfínteres, y que no hace a sabiendas, es solo que le sale.

             Camina despacio, todo está huérfano de seres humanos, es la noche, la esquina que nadie mira, de vez en cuando sale alguien, que camina derecho en dirección a la salida del hospital, lo han estudiado, pero no han aprobado, no saben que el cazador puede ser cazado, esa asignatura no la aprobaron, seguro, es de primero de malotes, de los de andar por casa, pero ni esa mierda han aprobado, y sonríe con la sonrisa…

-Buenas noches.

             Los dos individuos lo miran, saben de su catadura, que se dan cuenta, de que, si ellos son del negocio, él lo inventó, y si no se dan cuenta, es que son gilipollas, y los gilipollas tienden a sufrir accidentes, muy graves, de esos en lo que vas y te mueres.

– ¿Qué coño quieres?, -le contesta el más grande, como si el tener inmensidad en el cuerpo diera la cantidad de maldad que tienes.

-Solo avisaros, el que buscáis, no hay que buscarlo, el que os han pagado por hacerle algo, menos en las manos, es intocable, como dios en las alturas, el que crea en eso, ¿lo habéis pillado?

-Y tu quien te crees que eres…

             No termina, el tipo siente el frio del acero en la barriga.

-Me has matado.

-No, no te he matado, y más bajito, que te mato si chillas como un cochino, -mira al compañero quien se ha quedado congelado-, y tú, recoge esta mierda, lo metes dentro, y dices que se ha caído sobre una navaja de veinte centímetros de hoja, de los cuales, solo le he metido cinco, o diez, -sonríe de nuevo-, solo eso, si no…, ¿sabes quién soy?

             El tipo niega con la cabeza, a la luz de la muerta farola parece más blanco de lo que es.

-Soy el Garri, el que mató a vuestro puñetero padre, y violó a vuestra puta madre, al médico no lo toca ni dios, decidle a la guarra de Inma, que a Luis no se le toca, a quien si se le muere el marido que lo entierre, que si está muy jodido que le eche hojas de morera a la tumba para que coman los gusanos.

             Mira al que está en el suelo, tapándose la herida con las dos manos, y sonríe.

-Gordo, puerco, no me seas maricona, que no te vas a morir, que yo en lo de pinchar soy mejor que el queríais darle el repasito, cuando te miren, verás como no te ha pasado nada, de momento, sonríe, si os vuelvo a ver… -mueve la cabeza-, ahora, -mira al compañero del herido-, llévate al puerco dentro, si te preguntan…

-Que jugábamos con las navajas, que…

-Así me gusta, al final os voy a coger cariño, por gilipollas, -levanta la cabeza rápidamente indicando la puerta del hospital, ordenándoles que se muevan.

             Ve como se alejan, la sonrisa desaparece, se guarda la navaja, le tiene cariño, no le van a coger el ADN, que tendría un popurrí, le daría igual, pero no pasa nada, la policía tiene mejores cosas que hacer que ir a por él, que solo come de los de su calaña, que lo de ir a por los civiles, pasó a la historia hace mucho tiempo, suspira, mira a la puerta, y ve cómo sale Luis, se le escapa una leve sonrisa, apenas mover la comisura de un labio, pensando en la ignorancia de los justos, que lejos viven…, de la vida, que lo que ellos viven no lo es, es solo una sombra, que desaparece cuando tropiezan con…, con alguien como él, como el Garri, que no lo quiere ni su puta madre.

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