65 A Remolque

– ¿Todo esto es necesario, Paloma?

-Vale, después escuchas tú a mi madre, que te ha adoptado, has cogido kilos, ¿quieres conservarlos?

             Luis sonríe mientras entra en el probador, cuando sale, Paloma asiente.

-Tres como esos, -le pide Paloma a la dependienta.

-Tres, ¿para qué?, solo me puedo poner unos.

-Sí, ¿los lavas tu ese mismo día para ponértelos?

-No, no es eso, tienes razón, pero, ¿tanta ropa?

-Si no tienes nada, además cuando mi madre vea que estás surtido, tira toda la que tienes, que ni para la parroquia.

-Sí, que además Eusebio está como para que le den.

-Lo han llamado del obispado, Luis.

– ¿Que sucede?

-Que no se calla, que pide para los suyos, lo único que va a conseguir es que lo larguen de la parroquia, y mira que soy católica, pero seguro que mandan a alguien que no vale ni sus zapatos.

-Eso es seguro, conozco al obispo, ¿quieres que hable con él?

             Paloma asiente, sonríe.

-Pero eso no va a impedir que sigas probándote ropa.

             Luis mueve la cabeza.

-Lo que hay que aguantar.

             La dependienta sonríe.

– ¿Con tarjeta?

             Paloma niega.

-No, al contado, ¿nos pueden enviar la ropa?

-Claro, por supuesto.

             Luis sale de nuevo, ahora camisas, después saquitos, trajes, cuando terminan, Luis mira atónito el montante del ticket.

-Esto es mucho dinero.

-Sí, para mí, si, Luis, para ti, no, que estás abandonado.

-Vale, todo bien, solo una condición.

-De acuerdo.

-Haz lo que yo te diga a partir de ahora, solo una vez.

             Paloma lo mira, haría lo que él quisiera, siempre que quisiera, cuando quisiera…, pero solo sonríe.

-Lo que tú digas.

             Bajan dos plantas, Paloma se queda blanca, Luis señala a la enorme sala de esteticién, ella niega con la cabeza.

-Lo prometido es deuda.

-Pero no me van a coger, seguro, esto es lo más caro de la ciudad, está siempre lleno.

-Tu madre llamó la semana pasada, te esperan.

             Luis la coge del brazo, la lleva dentro, allí una señora mayor, pero guapísima, la mira.

-Por favor, a tope, que tiene pelo hasta en el blanco de los ojos, -asegura Luis con una sádica sonrisa.

-Por supuesto, Don Luis, por supuesto, -mira a Paloma-, si me sigue.

             Paloma mira a Luis, que sonríe.

-No, esto no está bien.

-Si está bien, que tienes más bigote que mi abuelo.

-Tu p…, -Paloma sonríe.

-Dilo, dilo, no te vas a escapar de ninguna de las maneras.

-Joder, que no me gusta.

-Pues ya sabes, como yo, que estabas abandonada, me voy, disfruta de un poco de tortura.

-Me las vas a pagar.

-Supongo, pero ahora el que sonríe el último, soy yo.

             Se da la vuelta y se marcha, la mujer la mira.

-Con lo bonita que es, nunca…

             Paloma niega con la cabeza.

– ¿Va a doler mucho?

-Hay que pasar tormento para que el que se ha ido, no la mire como una niña.

– ¿Tanto se nota?

-Soy vieja, pero si, se nota, y mucho, no pasa nada, nunca pasa nada, es una historia que se repite, pero el pescador que no pone cebo, no pesca nada.

             Paloma la mira, sonríe.

-Qué le vamos a hacer, el cebo, aunque duela.

-Que dolerá, seguro.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *