
– ¿Todo esto es necesario, Paloma?
-Vale, después escuchas tú a mi madre, que te ha adoptado, has cogido kilos, ¿quieres conservarlos?
Luis sonríe mientras entra en el probador, cuando sale, Paloma asiente.
-Tres como esos, -le pide Paloma a la dependienta.
-Tres, ¿para qué?, solo me puedo poner unos.
-Sí, ¿los lavas tu ese mismo día para ponértelos?
-No, no es eso, tienes razón, pero, ¿tanta ropa?
-Si no tienes nada, además cuando mi madre vea que estás surtido, tira toda la que tienes, que ni para la parroquia.
-Sí, que además Eusebio está como para que le den.
-Lo han llamado del obispado, Luis.
– ¿Que sucede?
-Que no se calla, que pide para los suyos, lo único que va a conseguir es que lo larguen de la parroquia, y mira que soy católica, pero seguro que mandan a alguien que no vale ni sus zapatos.
-Eso es seguro, conozco al obispo, ¿quieres que hable con él?
Paloma asiente, sonríe.
-Pero eso no va a impedir que sigas probándote ropa.
Luis mueve la cabeza.
-Lo que hay que aguantar.
La dependienta sonríe.
– ¿Con tarjeta?
Paloma niega.
-No, al contado, ¿nos pueden enviar la ropa?
-Claro, por supuesto.
Luis sale de nuevo, ahora camisas, después saquitos, trajes, cuando terminan, Luis mira atónito el montante del ticket.
-Esto es mucho dinero.
-Sí, para mí, si, Luis, para ti, no, que estás abandonado.
-Vale, todo bien, solo una condición.
-De acuerdo.
-Haz lo que yo te diga a partir de ahora, solo una vez.
Paloma lo mira, haría lo que él quisiera, siempre que quisiera, cuando quisiera…, pero solo sonríe.
-Lo que tú digas.
Bajan dos plantas, Paloma se queda blanca, Luis señala a la enorme sala de esteticién, ella niega con la cabeza.
-Lo prometido es deuda.
-Pero no me van a coger, seguro, esto es lo más caro de la ciudad, está siempre lleno.
-Tu madre llamó la semana pasada, te esperan.
Luis la coge del brazo, la lleva dentro, allí una señora mayor, pero guapísima, la mira.
-Por favor, a tope, que tiene pelo hasta en el blanco de los ojos, -asegura Luis con una sádica sonrisa.
-Por supuesto, Don Luis, por supuesto, -mira a Paloma-, si me sigue.
Paloma mira a Luis, que sonríe.
-No, esto no está bien.
-Si está bien, que tienes más bigote que mi abuelo.
-Tu p…, -Paloma sonríe.
-Dilo, dilo, no te vas a escapar de ninguna de las maneras.
-Joder, que no me gusta.
-Pues ya sabes, como yo, que estabas abandonada, me voy, disfruta de un poco de tortura.
-Me las vas a pagar.
-Supongo, pero ahora el que sonríe el último, soy yo.
Se da la vuelta y se marcha, la mujer la mira.
-Con lo bonita que es, nunca…
Paloma niega con la cabeza.
– ¿Va a doler mucho?
-Hay que pasar tormento para que el que se ha ido, no la mire como una niña.
– ¿Tanto se nota?
-Soy vieja, pero si, se nota, y mucho, no pasa nada, nunca pasa nada, es una historia que se repite, pero el pescador que no pone cebo, no pesca nada.
Paloma la mira, sonríe.
-Qué le vamos a hacer, el cebo, aunque duela.
-Que dolerá, seguro.