54 Otro Pedido Más

-Corta el predicamento, ¿qué era lo que querías pedirme?

-Sí, se me olvidaba, los viejos tiempos, veo el dinero y se me va…, lo que te quería decir, espera un momento, -se levanta y sale, por supuesto después de abrir el cajón con llave y cerrarlo a cal y canto con el dinero dentro.

             Vuelve con una chica preciosa, muy joven, eso sí, no le han arreglado ni el bigote, ni las cejas, ni sabe lo que es un cosmético, la colonia la de su abuela, pero una belleza natural que tira de espaldas.

-Mira Paloma, ¿no querías conocer a San Luis?

             La chica sonríe, agacha la cabeza.

-No seas vergonzosa, solo es un matasano, que no vale para nada.

-No diga eso, Don Eusebio, que es el mejor médico que sé que existe.

             Eusebio sonríe.

-Mírala, una niña, guapa como una virgencita, en segundo de medicina, un coco, lista como el hambre, solo un problema.

-Que tendré que solucionar yo.

-Ves, -mira a Paloma la coge de la barbilla y se la levanta-, por eso es tan buen médico, es adivino, sabe que le iba a pedir un favor, porque la pasta, ya se la he sacado.

             La chica sonríe.

-Venga, pide por esa enorme boca, que comes más que una lima nueva.

-Aquí, esta belleza, -la coge de las manos-, está fregando escaleras, mírale las manos, mira los sabañones.

             Luis se incorpora.

-Como huevos de golondrina, niña, ¿qué sucede?

-No sé si recuerdas al hombre desempleado que salvó a una chica de ser violada, y que lo mataron.

-Sí, quiero recordarlo, fue por aquí cerca, un héroe.

-Lo que tú quieras, mucho periódico, después no le concedieron ni viudedad a la mujer que estaba con él desde veinte años atrás, su madre, están que se mueren de hambre, mírala, ¿tendrás los cojones de dejar que una persona inteligente como ella, con lo genes de un héroe se la lleve la corriente sucia de este estercolero?

-Joder, Eusebio, me has dado miedo, ¿qué quieres?

-Subvenciones, becas, ayudas, lo que puedas conseguir, y lo más importante…

-Mi dinero.

             Eusebio sonríe.

-Te dije que era adivino, Paloma.

-De acuerdo, de momento, toma mil euros que te dará Eusebio de lo que le he dado; todos los meses, mínimo eso, después ya veremos, por supuesto, la matricula, los libros, lo demás, a mi cargo, la mira, ¿te parece bien?

-No sé cómo agradecerle…

-Número uno, la número uno, Paloma, la número uno.

             La chica sonríe.

-Sí, seré la número uno.

             Cuando sale, Eusebio lo acompaña.

-Eusebio, ni una encerrona más, no me gustan, se me quitan las ganas de venir a la parroquia.

-Yo voy a tu casa a por la limosna.

-No es una broma.

– ¿Dime tu cuando es un buen momento para pedirte que apadrines a una de las miles de chicas que hay que merecen estudiar y no pueden?

             Luis lo mira.

-No, Luis, no, con el alma de Paloma, no, desde siempre está aquí, comiéndose lo que nadie quiere, trabajando en lo suyo, pero más en lo de los demás, el alma de su padre es la suya, así que, ¿tú me vas a decir con tus cojones gordos, cuando es el momento?

             Luis lo mira y sonríe.

-Sí que das miedo, cuando estabas allí, madre mía, tenías que ser…

-Luis, no es broma, ayúdala.

-No te preocupes, lo haré, olvídate de ese problema y busca una nueva forma de chincharme, de hacerme la vida bastante más difícil.

-Sabes que lo conseguiré.

-Lo sé, lo sé.

– ¿Vas a lo de Concha?

-No.

-Que mentiroso eres, invítame a unos flamenquines, que hace tiempo que tengo los triglicéridos bajos.

-Y la vergüenza más baja aún.

-Eso tampoco te lo niego.

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