
Luis llega a casa, está cansado, no es el último año y está preparando el MIR, la niña vendrá con el pan debajo del brazo, mira a Nieves que reposa en el sofá, con una barriga enorme, dibuja algo, se acerca.
– ¿Qué haces?, mujer montaña.
Nieves sonríe.
-Lo que me da la gana.
-Enséñame lo que pintas.
-Las guardias, el preñado, que aburrimiento, así que decidí pintar lo que me gustaría que fuera mi vida.
Abre el cuaderno de dibujo, grande, y allí a todo color un salón, después la habitación de una niña, un despacho, otro despacho, de pronto para.
– ¿Sabes de donde son?
Luis niega con la cabeza.
– ¿Recuerdas la casita adosada que nos enseñaron, aun sabiendo que no nos darían ni el dinero de la entrada?
-Sí, el de la urbanización esa…
-Marlín, cateto, marlín.
-Pues no le falta de nada, se asombra mientras pasa las páginas, para en una, es de una cochera, allí un enorme y precioso coche.
– ¿Qué es esto?
– ¿Recuerdas el coche que vimos en la exposición del centro, el que nos dejó con la boca abierta con lo que tenía por dentro, hasta un frigorífico?
-Sí, que pasada.
-Pues en nuestra casa, dentro de nada, no puede faltar, será necesario, como el agua corriente.
-Por supuesto, como menos, ese coche, que se dé por muerto.
-Será nuestro hogar, enseña la página de la casa al completo, allí criaremos a la niña montaña, que me está rompiendo el cuerpo, después el potorro me lo pondrá como una vaca, lo de ser madre, tendría que estar mejor informado, mírame, la cara hinchada, los labios que parecen dos morcillas, mis tetas, gordas, el culo carpeta, la barriga, tendrá más estrías que las ruedas de un tractor, ¿estoy grávida?, no, estoy jodida.
– ¿Y cuando veamos a la niña?
– ¿Llorando, berreando, cagada, sin dormir…?
-Me encanta, será como tú, si hace eso.
-Que puerco eres, pintaré una cochiquera, para que te tires sobre tus excrementos, solo te limpiaré, ya sabes para qué.
Luis sonríe, la besa en la boca.
-Espera que dé a luz, me debes muchas horas de trabajos forzados, de espeleología, de alimentarte de mí, de mil cosas, quiero las cuerdas vocales dañadas, inflamación vaginal, estar escocida, que me duela por dentro, así que prepárate.
-Por desgracia, -sonríe Luis-, tengo tal preparación, que el día que me des suelta…
-No espero menos, -comienza a llorar-, tengo miedo.
– ¿De qué?
-De que salga a ti.
Luis sonríe, la besa de nuevo.
-Ves, capullo, ya estoy mejor, -comienza a llorar de nuevo.
– ¿Qué te pasa ahora?
-Que te quiero tanto.
Luis ríe, la coge de la mano y mira al techo, el que habrá que pintar algún día, y ese color entre hueso y suciedad, es un color de la felicidad, seguro.