45 Como en Casa

No ha dormido bien, la habitación, por supuesto. en el mismo hospital, increíble, pero a la vez inhóspita, de nada ha faltado, es casi un hotel para los que van a ser acuchillados usando el ácido humor español; la cama grande, para una orgía, pues no le ha dado ni vueltas, y ahora una Magdalena que con cara asustada lo mira.

-Don Luis, ¿qué ha pasado?

-Ni idea, pero que íbamos a una convención y aquí estamos, Márquez y yo, y tú también, ¿supongo que sabes inglés?

             La mujer asiente.

-Pues espero que no se te hayan olvidado los nombres del instrumental quirúrgico en ese idioma, que el resto del equipo estarán a estas horas listos para irse a casa, nosotros a los leones.

             Magdalena cambia la cara.

-Estoy asustada, doctor.

-Yo también, -sonríe Luis-, pero no se me nota, pues claro, como Márquez, no nos van a comer, por lo menos si lo hacemos bien, ¿has preparado todo?

-No, alguien llegó, me dio una Tablet para que escogiera el instrumental, lo di, hasta ahora.

-Pues seguro que lo tienes en perfecto orden, como operas en nuestra casa, Magdalena, que además al que cuelgan siempre es al capitán de los piratas, vosotros con decir que ibais obligados.

             La mujer sonríe.

-Qué cosas tiene usted.

-Lo único que os pido, es que os metáis las preguntas, el miedo y la zozobra en un bolsillo, al que vamos a operar, que no conozco, es una persona que nos necesita, así que lo mejor que podamos, ¿estamos de acuerdo?, Luis pone un puño, sus compañeros lo golpean con los suyos.

-Fuerza, dice como siempre, Márquez.

-Y tenacidad, -termina Luis, los mira, con lo viejos que somos, y con estas tonterías, todos sonríen, los que los acompañan también los miran, posiblemente pensando eso de “que locos están los españoles”

             Se lavan, un quirófano de los de película, el de su ciudad es bueno, este es como si fuera el tope de gama con todo lo que se puede poner encima, electrónica por todos lados, apoyo de visión, de comprobación, un equipo de más de quince personas que solo agachan la cabeza y saludan, solo eso, y Luis se siente el director de orquesta en una sinfonía ejecutada por judíos en un campo de concentración, que si sale bien, la vida puede continuar, si no lo hace así…, y sonríe detrás de la mascarilla de quirófano.

             Mayor, grande, gastado, remendado, con todo lo que se puede desear para prácticas de un cirujano, no es una operación, es un reto, un reto difícil de superar, lo sabe, pero suena una suite para violoncelo,, quizás demasiado fuerte, como si alguien quisiera que el alma se le subiera un poco más, que viera la operación con mejores ojos, y lo ha conseguido; ya la succión ha comenzado, el ballet de los mil dedos, de las cien manos, comienza, como si fuera la maquinaria mejor engrasada del mundo, no se conocen, pero seguro que cada uno es de lo mejor en su profesión, en su área, y la sinfonía comienza a sonar, sin estridencias, un stacato de vez en cuando, un vibrato, una nota que se agita, que convulsiona, que al final se deja llevar en el lago tranquilo en el que los cisnes navegan con la tranquilidad de que todo va bien, y la sinfonía continua, nubes negras, galernas, tifones, tornados, y uno a uno se van superando, la nave va, como dicen los italianos, siguen, todo parece ir bien, dentro de la última galerna, pero el pitido, la alarma, el corazón que quiere rendirse, no es posible, no está permitido, inyección, vive de nuevo, pero sabe que es un aviso, mira las máquinas, las pantallas, el cuerpo, sabe, sin saber porque, que es el último, respira fuerte, le limpian el sudor que llena su frente, todo su cuerpo, y como una máquina, corta, corta, resana, une, cose, pinza, sutura, vuelve a abrir, como si fuera una máquina, con la precisión del que sabe que el fallo no es opción, con la velocidad del que sabe que otra cantinela no es canción que pueda terminar bien, mira las máquinas, la galerna se ha tranquilizado, mira el cuerpo que acaba de coser y recoser, de cortar, de unir, de abrir, ahora sujeto por las máquinas, y sabe que ha terminado, las pantallas le responden que todo está bien, que es uno más, no uno menos.

             Ahora se yergue, sabe que le empezaran a temblar las manos, del miedo que no salió cuando no era necesario.

-Márquez, ¿puedes?

-Por supuesto.

-Pues continua.

             Oye en la habitación.

“Der OP-Chefarzt Dr. Monforte verlässt den Operationssaal, der neue OP-Chefarzt Dr. Márquez” (Sale de la Sala de Operaciones el doctor Jefe Quirúrgico, doctor Monforte, nuevo Jefe Quirúrgico, doctor Márquez)

             Ha salido fuera, solo con la vestimenta quirúrgica, ha sacado el paquete que guardó, se muere de frio, pero saca el cigarro, tan solo que le tiemblan las manos, no puede accionar el pulsador, alguien le acerca un mechero con llama, enciende, alguien le coloca un pesado abrigo encima, mira, es la bella Helga con un hombre monstruoso, que le ha colocado el abrigo.

– ¿Siempre miedo?

-Sí, pero solo después, -le da una calada enorme, cierra los ojos.

-Una obra de arte.

-Ese hombre estaba demasiado mal, ¿quién ha sido el matasano que quería matarlo?

-Olvídelo, el caso, es que mi padre, puede vivir algo más gracias a usted.

             Luis la mira, sonríe.

-Su padre, lo sabía, es alemana, pero también es hija, eso se nota, aunque su padre siga sin caerle bien.

             La mujer sonríe.

-Tenía que haber estudiado psicología.

– ¿Y dejamos a su padre en el patio de los callados?

             La mujer se sorprende, es inglés, una frase española, pero al final la entiende, sonríe.

-Un humor negro, muy español.

-No, andaluz, que siempre hemos tenido la muerte al lado, el humor es para disimular el miedo.

             Nueva sonrisa.

-Me permitirá que lo invite a cenar.

– ¿Cuánto me queda aquí?

– ¿Eso es importante?

-Supongo que no, pero tengo mucha hambre.

             Nueva sonrisa de la mujer.

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