44 Hamburgo

-Monforte, -es Márquez-, ¿a que viene con tanta premura con la leche de conferencia esta?

-Ni idea, -le responde Luis-, pero donde manda patrón…

-Sistemas de Orientación para Equipos Quirúrgicos en Procedimientos de Alta Exigencia, -lee Márquez, que se le da el inglés de fábula.

-Supongo que querrán que nos pongamos al día, que nos equivoquemos más, que sigamos la línea europea.

             Márquez sonríe, como persona Luis no le termina de convencer, pero como cirujano lo seguiría al infierno, de hecho, en invierno, esa parte de Alemania es el infierno, aunque sea de color blanco.

-Y pensar que, en nuestra tierra, comienza a irse el frio, -Luis señala la calle-, y aquí, tienen dos metros de nieve, ¿se puede vivir aquí gratis, Márquez?

-Yo no, desde luego, y sabe que soy del norte, pero te acostumbras a lo bueno.

             El coche que los recoge, alemán, grande, nuevo, lo único que necesita cambiarse, ¿en que más puede gastar un alemán que no sea en la casa o en el coche?

             Silencio, miran la rotundidad de color de lo que les rodea, pero el coche, tenía que haber parado algún tiempo antes, ambos hombres se miran.

-Márquez, ¿has estado aquí antes?, -le pregunta Luis.

-Sí, es en esa dirección, -señala a la parte con edificios más altos-, no se…

             Luis se encoge de hombros.

-Será en otro lado.

             Una finca fastuosa, cubierta de nieve, como todo, pero al terminar la arboleda un edificio que desentona, no es un palacio dieciochesco          , sino algo nuevo, ostentosamente nuevo, Luis que chamulla el alemán, traduce de viva voz, “Hospital Quirúrgico Nuevo Horizonte”, -se da la vuelta y mira a Marques, que ahora el que se encoge de hombros es él.

             Bajada, escaleras, una chica preciosa que pide que la acompañen con un español sin fallas en la pronunciación.

             Una habitación enorme, dos minutos, cafés, a cada uno como le gustan, cortado el, descafeinado Márquez.

             Una señora de su edad, todo lo arreglada que se puede estar, esbelta, bella, pero parece más fría que lo que se ve a través de la ventana.

             Dos hombres la acompañan, de mayor edad, se sientan frente a ellos.

-Soy Helga, el apellido no importa, estos son los doctores Meisner y Dippe, especialistas como ustedes mismos en las enfermedades coronarias y pulmonares, estoy hablando en inglés, ¿alguno de ustedes no me entiende?, -mira a los dos que no dicen nada.

-Continuo, comunicándoles que el caso que estudiaron para la presentación en la convención, no tenía motivo en eso, sino que consistía en el estado de uno de los accionistas más importantes del hospital en el que trabajan, mejor dicho, del grupo entero, y lo que presentaron, gustó, -mira a los hombres que la acompañan-, no soy médico, pero se han inclinado por su solución.

             Márquez mira a Luis, que respira fuerte, pone cara de vaca mirando al tren y espera que la rubia continúe.

-Doctor Monforte, ¿se encuentra con la fuerza para iniciar la operación, y, sobre todo, para salir airoso de ella?

             Luis vuelve a mirar a Márquez, después mira a la mujer.

-Supongo que sí, pero hubiera sido mejor para todos no andar con tanta triquiñuela, hubiera sido menos cansado.

-No era posible, si se supiera del estado del paciente, millones se perderían con la bajada de las acciones, así que todo debe de transcurrir en el mayor de los secretos, ¿algún problema?

-Sí, asiente Luis, mi ayudante quirúrgica, está hecha a mí, mueve el material quirúrgico a una velocidad…

-También está aquí, no se preocupe, ¿cuándo podrían comenzar?

             Luis mira a Márquez.

– ¿Cuando?

-Que sangre tan fría tienes, Monforte, -le responde en español-, cuando tú quieras, -continua en inglés.

-Pues ustedes indican cuando.

-Mañana, -responde Luis a la rubia.

-Pues que así sea.

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