
-Nieves.
– ¿Qué quieres?, este no es lugar para hablar, es mi puesto de trabajo.
-Me la suda, eres una mierda de enfermera, solo sirves para limpiar culos.
-Lo que tú digas, y baja la cabeza, no vayas a rayar con los cuernos el techo.
Nieves sonríe, sabe que a su hermano recordarle la infidelidad de su futura esposa, es ganas de freírlo en aceite hirviendo.
-No me jodas, imbécil, que la tenemos, a mí no me despiden de aquí.
-Claro, estás en el despacho de Papá, como si valieras para algo.
-No me jodas, enana, no me jodas, ¿qué pasa con Ramón?
– ¿Qué quieres que pase?
-Que me dice que no le contestas las llamadas, que el otro día fue a saludarte y saliste disparada.
-Sí, es que le huele el aliento.
-No seas gili, dentro de poco os casáis, ¿qué vas a hacer?, joderlo todo, Papa tiene mal perder, y Ramón es amigo mío.
-Pues cásate con él.
-Haber dicho que no, siempre serás la más imbécil.
– ¿Que te crees que le dije a todos?, que no, pero os da igual, pues nada, seguid con vuestra historia.
-Te jodemos.
-Pues hacedlo, estoy cansada.
La coge del brazo.
-Suéltame el brazo, o te pego una patada en los huevos que salen cáscaras por todos lados, ¿qué te atrevas a ponerle la mano encima a tu hermana, no te da vergüenza con todo lo grande que eres?
Alfredo la suelta, ha sido instintivo.
– ¿Qué me dices?, y terminamos ya.
-Que me olvidéis todos.
Nieves aprovecha el conocimiento del hospital y se pierde mientras su hermano la busca por todos lados.