
– ¿Que querías, padre?
-Hablar acerca de nuestro acuerdo.
– ¿Qué acuerdo?
Alfredo sonríe, es ladina, como toda la familia, pero el inventó eso, no hay problema.
-Lo de que te arregle el cuerpo el mecánico, está bien que te haga disfrutar, sabes que tu matrimonio está concertado.
-Si tú lo dices.
-Por cierto, me he enterado de que te has comprado un piso de protección oficial, ¿se te pegan las cosas del mindundi ese?
-Supongo que sí.
-Te quedan dos años, ese fue el trato, este año, ejerce, para eso has estudiado, después te casas con Ramón, las familias os necesitan.
-Supongo, pero pueden pasar muchas cosas.
– ¿Cómo qué?
-Que me canse y me vaya al Tíbet.
-Es una buena opción.
-Que mande unos sicarios para que te maten, padre.
-Sí, estaría bien, pero los míos son buenos.
Nieves sonríe.
– ¿Vas a cumplir?
-Si no queda más remedio.
Alfredo sonríe.
– ¿Me vas a invitar a tu nuevo piso?
-En eso estaba pensando.
-Por lo menos visitarás a tu madre.
-Creo que voy a estar muy ocupada.
-Hazlo.
– ¿Me amenazas?
-No, sabes que tu madre consigue lo que quiere, si no vas, irá a tu casa, y si le coge gusto al camino, te hará la vida imposible.
-Sí, la conoces, no sé, ya lo pensaré, ni tú, ni mi madre, sois importantes.
-Sí, aun estarás encoñada con el mecánico.
-Como lo sabes, -sonríe Nieves-, es que la cama es mucho, muchísimo.
Alfredo sonríe más.
-Sí, disfruta, después de las vacaciones viene el trabajo, no lo he inventado yo.
-No, pero pareces disfrutarlo.