
-Ya has desayunado, ¿qué es lo que haces ahora?
-Nada de nada, subo a casa, escucho música, tranquilo, lo que no sucede el resto de los días, no es domingo en la tarde, es prelunes.
-Sí, supongo que sí.
– ¿Para ti no lo es?
-Sí, pero de forma distinta, es como te diría, una profesión de forma más…, no sé explicarlo.
-Pues dime a que te dedicas.
-Soy jueza de lo penal.
-Es decir, ¿me puedes meter en la cárcel?
-Sí, supongo que sí, fabrico las pruebas, y no sales para el recreo.
Luis sonríe.
-Eres increíble, con la enfermedad que has tenido, y has levantado una carrera, unas oposiciones durísimas, y tienes que ser buena, esta es una ciudad grande.
-No demasiado, pero si, ha costado, no he parido, pero supongo que dolerá casi tanto.
-Además del norte, venida al sur, otro hándicap más.
Guiomar lo mira, no dice nada.
– ¿Puedo seguir preguntando?
-No, me marcho ya.
-Bien, pues su señoría, aquí me quedo, con mi gente en mi humilde barrio.
– ¿No vamos a comer juntos?
Luis la mira, no sabe que pensar.
– ¿No mereces por haberme salvado una comida?
-Supongo que si, pero no me pienso acicalar, sé que voy hecho un puerco, así que el local, tendrá que ser de las mismas características.
-No te preocupes, a tu elección, supongo que comerás en lugares como este.
-Sí, -Luis asiente-, cuando puedo sí, pero tú no deberías.
-Lo sé, la alimentación, debo de cuidarla, he dicho que te invito a comer, no que yo te acompañe plenamente, solo estaré contigo, disfrutar viendo como comes.
-De acuerdo, sígueme.
– ¿Hay que coger el coche?
-No, aquí todo está comprimido.
Una nueva tahona, más grande, también más gente, huele fuerte, a comida fuerte, a grasa, a humanidad.
– ¿Este es uno de tus paraísos?
-Sí, no sé si sabes, que seguro que sí, que soy el hijo de un mecánico.
– ¿Y no se te quita el olor?
Luis niega.
-Nunca, no me gustaría, no soy el médico que se cree colega de dios, solo una persona con algo de habilidad, que ha desembarcado en una profesión con mucho predicamento social.
-Bien definido, lástima que el único médico que piense así seas tú.
Luis se encoge de hombros.
Han terminado de comer, más bien él, mueve el café y pregunta.
– ¿Que buscas?, Guiomar, la paciente impaciente que me acorrala como si fuera un animal a cazar.
-Nada, solo conocerte.
– ¿El motivo?
-Eres alguien especial, puedes ser lo que quieras y eres persona, puedes estar donde quieras, y eliges esto, tu coche tiene varios dígitos, tu casa, es de las de regalar dando dinero, ¿Por qué?
-Muchas preguntas que se responden con solo una, soy así.
-No me lo creo.
-Esa es tu prerrogativa, úsala cuanto quieras, me marcho.
– ¿Dónde vas?
-A casa, a descansar, mañana, mucho me temo, que será como todos, algo terrible.
Guiomar mira cómo se marcha mientras intenta evadirse, que no lo ha conseguido, del griterío del personal del concurrido restaurante, mira la cuenta y sonríe, si, es un miserable, apenas si es nada, le fallará algo en la cabeza, no lo sabe, pero lo averiguará.