33 Domingo

Nada más, nada menos, se despierta, ayer estuvo en el hospital, algo no programado, como siempre, saben que no tiene obligaciones, abusan, pero le da igual, hoy por si acaso, solo lleva el móvil que solo conoce su familia y Mariana, la que decide si es lo suficientemente importante como para que lo llame, cosa que no ha hecho desde que se lo dio.

             Se despereza, son casi las diez, una hora increíble, bien es cierto que eran las tres de la mañana y estaba mirando a un techo oculto en la oscuridad, oyendo una de Mendelssohn, que aún le resuena en el oído, para un momento, el zumbido sigue, nunca para, pero ahora un poco más mitigado; una lata, no, dos, que las necesita, seguro que son venenosas, pero le da igual, ahora tomara un café de los fuertes abajo, en la Terracita, el bar de Genaro, aunque sea la hora que sea, ducha, colonia, vaqueros aún más viejos, y cazadora que en los tiempos de la guerra de Vietnam ya eran antiguos, y lo bien que se arrastran por el irregular asfalto unas botas militares.

             Baja, una sonrisa, la fea que saluda, todo va bien para una niña que se ha escapado por los pelos, devuelve las sonrisa, que se quede con el cambio, y sale del bloque, el sol aprieta, es invierno u otoño, o lo que sea, pero a pesar del frío, el sol se siente magníficamente bien, camina con pereza hacia la terracita, han colocado una bombona, el Genaro que quiere estar con los tiempos, una mesa libre, antes de levantar la vista, un café, torrefacto, cortado, maravilloso, y sabe que habrá los que quiera.

-Me mimas, Genaro.

             El hombretón no contesta, al poco vuelve con una enorme tostada, zurrapa, un bote más grande que la vida, Luis sonríe.

-Lo a gusto que se queda uno con las cosas que te matan.

-Lo que tú digas, si quieres más, pide.

-Lo sé, querido cantinero, lo sé.

             Esbozo de sonrisa, ataque fulminante a unas emborrizadas tostadas que son más zurrapa que otra cosa.

             Alguien que se sienta, no tiene enemigos, por lo menos de los que atacarían por lo físico, mira, es la bella morena de ojos azules, de nombre impronunciable.

             La mira, deja la tostada, le levanta las gafas de sol, le toca los párpados, mueve la cabeza, mirándola por todos lados, después las manos, las frota, no las suelta.

-Querida paciente, corre demasiado.

-La culpa la tiene Galante, asegura que soy un portento de la naturaleza.

-No, esas no son palabras del médico más comedido que conozco.

-No, son mías, el guion suyo, las frases mías.

-No le ofrezco lo que como, porque mata más que yo mismo.

-No, no se preocupe, he pedido un poleo menta.

-Sabia elección.

             Guiomar mira alrededor.

-Cómo es que vive aquí, ¿es pobre?

-De solemnidad, ayer me echaron del club de las ratas, ¿a que no sabe por que?

             La mujer le sigue el juego, niega con la cabeza.

-Por rata.

             Una estrecha sonrisa, apenas descifrable por alguien que la conociera.

-Ya será menos.

-Sí, pero está cerca del hospital, cojo el coche…

-Otra miseria de automóvil.

-Sí, mi Gorrino, pues con él, en cinco minutos estoy en el hospital, ya sabe todo pagado, te da una sensación de paz.

             Guiomar sonríe de nuevo.

– ¿Que te trae por aquí, paciente?

– ¿Ya olvidamos el usted?

-Es domingo, hablo con quién me da la gana, como me da la gana.

-Me parece bien, pues si, Luis, he venido de casualidad, lo cual es mentira, a verte.

-Motivo.

-Conocer a la persona que me salvó la vida.

-No te preocupes, no te pongas densa, soy un tipo extraño en una pequeña ciudad, que apenas si sobrevive, lo demás, créeme, no es interesante.

-Sí, supongo que sí, solo me tiene dudando el hecho de que, a alguien común, en vez de llamarlo Luis, don Luis, Doctor, Cirujano…mil formas, lo llamen San Luis.

-Sí, ya sabes, Andalucía, el atraso, el retraso, que somos inferiores, que le voy a decir a alguien que viene de ese norte brumoso, donde todo es sapiencia, sudor, trabajo, y por supuesto inteligencia, aquí ya puedes ver, me llaman también chaman, hechicero, mil cosas, que nace de la ignorancia, áfrica empieza en Despeñaperros, que de eso os estáis encargando vosotros.

– ¿Nacionalista?

-No, andaluz.

-Interesante.

-No mucho, -levanta la mano-, ¿quieres algo?, -la mujer niega con la cabeza.

             Dos segundos después otro café.

-De tensión, ¿bien?

-No, pero me da igual, de algo hay que morir, los que más fumamos somos los de corazón y pulmón, incongruencia o dolor, a saber, que hagan un estudio.

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