
Es Mariana que lo observa, aun no tiene la cara de que lo jodan por decreto, la mira desafiante, sabe que algo no va bien.
-Maestre, -señala con el dedo hacia arriba-, que quiere verte.
– ¿Qué querrá el mamón ese?
Mariana se encoge de hombros, muchos años en el ejército.
– ¿No te hueles nada?
-No, seguro que no, he mirado por todos lados, los estadillos, los controles, las explicativas, los porcentuales, todo está en su sitio, ¿no será alguno de los que te quieren Joder?, Luis.
-Seguro, que no hay…, pero me da igual, que el gili de Maestre quiere verme, pues eso.
Ha llamado a la puerta, se oye un pase, que, si no lo hubiera escuchado, sería la excusa perfecta para regresar por donde llegó.
Entra.
-Usted me dirá que desea.
-Monforte, el paciente Olmos.
-Sí, ¿qué sucede?
-Lo ha desviado a uno de sus compañeros.
-Así es, de momento, el cirujano soy yo, si me dice lo contrario, pues nada, hago la maleta y me marcho a otro lugar, los carniceros, que somos bien considerados.
-Déjese de historias, es el mejor, y la esposa del paciente quiere que le opere usted.
En ese momento, se fija en la mujer que está sentada de espaldas a él, no se había dado cuenta.
-Perdone señora, pero su marido está mal, pero no tanto como para que ocupe el lugar de personas que están peor.
La mujer vuelve la cara, llorosa, cansada, triste.
– ¿No puedes hacer un favor?, Luis.
Luis la mira, es Inma, la que dejó a su hermano para ir a pastos más verdes.
-Sigo siendo el mecánico, el hijo del mecánico, el hermano del mecánico que tiraste como si no valiera nada, ¿ahora valemos, valgo algo?
La mujer se calla lo mira.
-Si no lo operas…
-Amenázame, inténtalo, sigo siendo el mejor, y te puedo asegurar que, aunque estuviera boqueando en el suelo, ni lo miraba.
El director no sabe de qué va la historia, que la hay y de las de tener cuidado.
-Tengamos la fiesta en paz, Monforte, ¿qué sucede?
-Que a mí, las personas prepotentes, me conoces, Maestre, pues que no las llevo, por cojones no, -mira a la mujer-, que no soy el mecánico canijo que era poco para Inma la fantástica, has conseguido lo que querías, alguien mayor con dinero, pues nada, gástatelo, pero no me pidas ni aire, para ti, no tengo nada.
Luis da media vuelta y se marcha.
– ¿Qué es lo que sucede con Monforte y usted Señora?, nunca lo he visto así.
-Era la novia de su hermano, él quiso seguir trabajando para su padre, lo dejé, y me casé al cabo de un tiempo, con lo que quería, un hombre con posibles, Luis, he podido ver que no me perdona, ¿no es posible obligarlo?
-Lo único que conseguiría, es que se marchara a otro hospital, o al extranjero.
– ¿Tan bueno es?
-El mejor, con diferencia, vienen de cualquier lugar para que Luis los opere, el helipuerto trae gente de cualquier lugar.
-En ese caso…
Maestre niega con la cabeza.
-Y le agradecería que no insistiera más en el tema, tenemos de los mejores cirujanos torácicos del país, su esposo, está en buenas manos, no quiera tener un problema.
-Paco es importante, tenemos mucho dinero.
-Él tiene detrás a los miles que ha salvado, una carrera ascendente, y un futuro increíble, ¿puede con eso?, pues inténtelo, pero al primero que tendrá enfrente será a mí, no me gusta, no me cae bien, pero es el alma de este hospital, y lucharé a brazo partido con quien sea.
Inma se levanta y sale de la habitación, en un escondido, en la escalera de incendios, se sienta y llora, el pasado le ha pegado con lo más fuerte que tiene, el resentimiento, la necesidad de ayuda de los que abusó en el pasado, ahora, le devuelven el recado, pero con gritos, y lo pagará Paco, que es una bellísima persona, no lo quiere como quería a Ernesto, pero si quiere que viva, con todas sus fueras, el maldito Monforte, pagará, vaya que si pagará.