
-Mi nuera más guapa con diferencia, -Ernesto sonríe al ver llegar a Nieves.
Esta se acerca y le da dos besos.
– ¿Cómo estás?, Ernesto.
-Cada día me hace más viejo, a ti más bonita.
-Ya sé de donde sale el zalamero de tu hijo.
-Sí, supongo, pero ya sabes, la mezcla con la madre, que es mas seria, ¿que quieres que te diga, ha perdido mucho, que vas a tomar?
-Churros, chocolate, mucho de todo.
-Y no engordas, puñetera, que metabolismo, yo, -se toca la barriga-, cada vez más, eso es de cuando como menos, que crece.
-Lo que tú digas, -sonríe Nieves-, seguro que es eso.
– ¿De que querías hablarme, que no puede estar mi Luichi?
-No le digas eso, le enfada machismo.
– ¿Por qué te crees que se lo digo?
-Lo sé, pero, ya lo conoces, te adora, lo que tú digas…
-Ya será menos.
-No, -niega con la cabeza, han traído el chocolate, le mete mano, arde.
-Tienes el gaznate de lata, como mi mujer.
-Es que así está más bueno.
-Larga, deja de comer y larga, que al final eres una bruja, cien veces más lista que Luis, gracias a dios.
Nieves sonríe.
– ¿Sabes que estoy trabajando en el hospital?
-Sí, eres una monstrua, la única.
-Sí, y los enchufes, el caso, es que gano algo más que el interprofesional, que no es mucho, así que me gustaría proponerte un trato.
-Larga, que te temo.
-Te doy la mitad, y sacas a Luis del taller.
Ernesto la mira, le ha cambiado la cara.
-No te enfades, sabes que quiero a tu hijo con locura, lo que tú no sabes, es que es de los primeros, pero sin tocar un libro casi, faltando a las prácticas, escapando de algunas clases; que no esté conmigo, me jode, pero me da igual, lo que quiero es que sea el número uno, puede, seguro, pero así no, quiero que sea el mejor, el cirujano que, por solo rozarte con el bisturí, te cueste un riñón.
Ernesto está triste.
-No, no sabía, creía que no daba más, que es una carrera súper difícil, que lo estaba haciendo bien.
– ¿No sabes que por las noches lo tiene que echar el hermano del taller, que duerme en cualquier sitio?
-No, no lo sabía, creía…, seguro que tienes razón, seguro.
– ¿Me aceptas el trato?
Ernesto niega con la cabeza.
-No, cariño, no, yo tengo cojones, su hermano el cuerpo nuevo, así que levantaremos esto, sin él, si mi Luis, confío en ti, en lo que me has dicho, si vale tanto, no me pondré en medio como el tieso que soy, saldremos adelante.
-Sabes que si necesitas…
-Tu, tu dinero, yo, mis trampas, -intenta sonreír-, ahora me marcho, tengo faena.
– ¿Te he molestado?
Ernesto la coge de la mano.
-Eres lo mejor que le ha podido pasar al inocente de mi hijo, sigue con él, aguántalo, que algunas veces, parece tonto.
-No, peor aún, buena gente.
Ernesto asiente, sonríe con pena, y sale para el taller.