
-Medicucho, me han dicho que estabas con una pava que estaba de buena…
Luis mira a Ernesto, su hermano, un amasijo de músculos.
-Cuando termine de colocar el palier, te voy a dar hostias como panes.
-Ya, tú, ¿y cuantos más?, ¿es en serio?
-Como un luto, capullo, para hablar de ella, tienes que lavarte la boca.
-Padre, padre, -grita Ernesto-, ven.
Aparece el viejo Ernesto, tan fuerte como Ernesto hijo, pero más cansado, más quemado, más gris.
-El niño, el medicucho, el medio aborto, que se ha ennoviado.
Ernesto padre se acerca, no se coloca debajo del elevador, malas experiencias que siempre las hay.
– ¿Que Luis, te ha llegado la hora?
-Espera que termine con el palier.
-No seas capullo, que, si es así, me alegro.
-Sí, Papá, sí, pero han aguantado demasiado esto, su puñetera madre, -se oye un gemido de fuerza-, el hijo de puta entró.
– ¿Quién es?
-Si padre, que delante de Tito poco pito, te lo voy a decir, que se está cachondeando hasta que le dé un infarto y lo deje tirado, para que boquee hasta que la palme.
Ernesto hijo se acerca.
-No seas capullo, que me alegro, yo ya tengo novia, creía que tenías retraso, o que eras maricón, lo último más bien, pero si levantas, aunque sea un poquito, me alegro, ¿le pasa algo, oligofrénica, retrasada, no está entera, minusvalía completa?
Luis lo mira.
-El día que te tenga en la mesa de operaciones, rajaré y me mearé dentro, aunque no vuelva a operar más.
-Nene, -le dice Ernesto padre a su hijo-, si te metes más con Luichi, -le jode que lo llamen así-, te pego una hostia, que hay que coger el todo terreno para ir a buscarte, dime si se mete contigo, que lo capo, y ahora, ¿quién es la niña?
-Nieves, -parece que ha soltado un riñón.
– ¿Que hace, estudia, trabaja?
-Está en primero de enfermería.
-Eso es bueno, -interviene Ernesto hijo-, alguien en la familia que pueda curarnos.
Luis mueve la cabeza.
-Padre, coge el móvil, tráemelo.
Ernesto padre hace lo que le ha pedido Luis, que se quita el guante, lo desbloquea y busca, después le enseña una foto.
-Coño, que tía más guapa, -suelta sorprendido Ernesto hijo-, que no sepa que estás medio gilipollas, que no la mereces.
-Eso es seguro, Ernestito, seguro.
-Me alegro, -le dice al final su hermano-, tanto estudiar, tanta paja, es mala.
-Que capullo eres.
-Déjalo Ernesto, sí que es guapa, y además si es simpática, ten cuidado, tu no vales nada.
-Padre, yo soy tu hijo.
-Supongo que sí, es broma, tráela, quiero conocerla.
-Sí, para que tenga que matar a mi hermano.
-Y la alegría a madre, ¿cuánto lleváis?
-Va para el año, padre.
-Que callado se lo tenía el capullo, papá, ves cómo es tonto perdido, pero solo lo parece, realmente, es subnormal.
-Tráela, que yo le pongo las pilas al jamelgo de tu hermano.
-Lo que tú digas, Papá.