18 Después de la Faena

Sale del quirófano, se deja caer en el suelo, apoyado en la pared, el corazón se le sale por la boca, falta de líquidos, la tensión que sube, por suerte, después de que todo haya terminado, suspira, tiene ganas de llorar, pero hoy, ha ganado él, que le den a la que ronda los quirófanos, que siempre se lleva a alguien en la boca, hoy no, mira la entrada, se quita el estúpido pañuelo, pero lo guarda, se lo regaló…, y suspira.

-Monforte, levante.

             Es el Director del hospital.

-Sí, ¿qué quiere?, Maestre.

-Felicitarlo, y quitarlo de esa postura que no es la de alguien que ha firmado quizás la mejor operación que he visto.

-Suerte, Jefe, suerte.

-Pues el corrillo completo, -lo mira-, tiene cara de muerto, ¿ha comido algo?

-No lo recuerdo.

-Eso es que no, vamos a la cafetería.

-Prefiero dormir, estoy roto.

             El hombre lo mira.

-Ha conseguido que me quite horas de sueño, felicidades.

-Déselas a la pobre que ha salido del laberinto…, aunque todavía…

-No sea agorero, todas las papeletas para que…, por cierto, ¿sabe a quién ha operado?

-A una chica que no merecía la vida que le ha dado un corazón defectuoso.

             El hombre sonríe.

-En eso tiene razón, ¿más operaciones?

             Luis asiente.

-Pues descanse hombre, que se va a buscar lo que no tiene, y usted a lo mejor puede permitírselo, el hospital, no…, ¿o no fue eso en lo que quedamos?

             Luis asiente.

-No se preocupe, el helipuerto parecerá una fiesta de las de botellón.

-No espero menos, pero descanse, los muertos no operan.

-De momento no, pero llegará el día.

-Qué sentido del humor tan negro, Monforte, vaya, vaya.

             Luis se levanta, va a la habitación de descanso, las de las guardias, mira el reloj, le quedan dos horas, casi tres, se echa en la cama, se queda dormido inmediatamente.

-Márquez…

             Laureano se da la vuelta, es Rondel, de administración.

-Dime, ¿qué quieres?, nada bueno, seguro.

– ¿Dónde está Monforte?

-Descansando, que la operación ha sido de la leche.

-Ya me he enterado, -y saca una carpeta-, pero me tiene que firmar esto, que me volvió loco pidiendo lo que le dio la gana, de lo mejor, de lo más caro…

-Pues gracias a eso, la chica ha salido viva, que le ha colocado de todo, que bestia, -Márquez sonríe-, la leche, que artista.

-Pues toma, -le da la carpeta-, que lo firme todo, que es una pasta.

– ¿Que va a pagar la que hemos operado, o Luis?

-No me jodas, la que habéis salvado.

-Entonces, ¿por qué tanta prisa?

-Yo no entiendo de rajar a nadie, pero tú no sabes cómo se gestiona este cabrón, -y con la cabeza señala todo el hospital-, así que a firmar.

– ¿No puedo yo?

– ¿Tu lo pediste?

             Márquez niega con la cabeza.

-Pues eso, ahí te quedas, y enhorabuena.

             Márquez ve como se aleja y ojea la carpeta, llena de pedidos, de aparatos de la máxima calidad, japoneses, americanos, alemanes, españoles, lo mejor de lo mejor, ¿Cómo lo sabía?, se encoge de hombros, esa es la diferencia, él lo imagina, Luis lo sabe, que cabrón, y sonríe.

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