17 Suerte, Maestro

Luis se lava en profundidad, como ha hecho miles de veces, movimientos precisos, concisos, sin nada que sea inútil, que no sea necesario; el equipo está preparado, mascarilla, el estómago en su sitio, una barrita energética, una bebida mínima con sales y compuestos necesario, no quiere, no necesita tener que ir al cuarto de baño, cuando la vida de una persona está pendiente de que le dé un pespunte, como decía su madre, que lo llamaba la costurera, porque cosía mejor que ella, cuando lo veía suturar con una sola mano, sonríe, pero al momento la sonrisa desaparece, es la chica, la de nombre extraño, además con público, que todos quieren ver como mete la pata, que es andaluz, que en su tierra no se falla, se mete la pata, y él puede fallar en cualquier cosa, pero en la vida de alguien, que apuesten a que no, su cabeza está llena de movimientos, de posibles fallas, de cosas ocultas que las máquinas han escondido con maldad o porque no dan más, pero mil opciones están en su cabeza, y sabe que, como en los combates, que la estrategia, lo mil veces pensado, desaparece cuando te pegan el primer puñetazo.

             Mira a Márquez, que lo mira a él, asiente con la cabeza.

             Entran en el quirófano.

-Buenas tardes, -mira a todos y a cada uno de los que componen su equipo, Barbas, su anestesista, Olivo, el ayudante del anestesista, su ayudante quirúrgico, Márquez, su ayudante de enfermería, las demás de apoyo, suspira-, esta tarde, vamos a tener una operación difícil, espero de todos y cada uno de vosotros, que como siempre, estéis a la altura de la situación, de que, -mira al cuerpo blanco abierto-, esta persona confía en que no solo salvemos su vida, sino que le devolvamos la vida que la naturaleza no le quiso regalar.

             Mira al anestesista, asiente, este le devuelve el movimiento, comienzan los juegos.

             Una sinfonía, aderezada por una cantata de Bach, de poco volumen, pero que ayuda a que te relajes sin que pierdas la concentración, el bisturí abre la blanca piel, nívea, y hace que surja el rojo de la carne, de la sangre, succión, limpieza, olor a quemado, a cera, todo se tiene que tapar, que no sangre, no es por ahorrar en el esencial fluido, es mantener las tensiones, que el cuerpo no se entere, o que se entere lo mínimo posible, de que se la está jugando por todo y a todo…, Bach continua, las pinzas como en un ballet, le son entregadas, las devuelve, desaparecen y aparecen las precisas, los ojos que miran a través de la máquina, separa la cara, le limpian la frente, la temperatura es perfecta, la situación no, cansa, quema, sudas, no es bueno, se limpia, sigues, venas, arterias, músculos, al final, el gran protagonista, cansado, triste lleno de algo que no tendría que tener, y lo reta, más pinzas, más cortes, micro cortes, ni el mejor robot podría hacerlo, son miles, muchos miles, precisos, marcados, abriendo, cerrando, uniendo, separando, succión, menos sangre, sigue, uno nuevo, otro corte, introducir lo grande en lo pequeño, magia, no es magia, son miles de años, de sufrimientos, de entrenamientos, e imposiblemente entra, lo que sobra desaparece, pero a pesar de todo, todo se opone, nada es fácil, hay que arrancarlo con fuerza, pero con más precisión, y sigues, continuas, “tensión baja”, oye a su oído, es Márquez, que está más pendiente de los aparatos que él, que no le hace falta mirarlos, lo sabe, el cuerpo reacciona, sabe cuándo abrió como estaba, ahora a cada minuto sabe cómo cambia, como sabe que ahora mismo le quedan un par de minutos antes de que entre en parada, demasiado débil para la reanimación, colapsaría, dos minutos, menos, uno, dos, mil movimientos, mil cortes, mil uniones, hilo de araña que entra en la carne, que une, que cose, no se ve, pero une, sana, sobra tiempo, un segundo de descanso, poder respirar, “tensión bien”, oye a su lado, lo sabe, no es necesario que se lo diga, pero si es bueno saberlo, Bach continua, tranquilo, sosegado, a estas horas sabe que vendría mejor algo de órgano, pero la cantata está bien, todo está bien, mira el reloj de tiempo, ha estado siempre ahí, siempre lo está, siempre, pero lo acaba de ver ahora, son seis horas quince minutos, doce segundos, trece, catorce…, sonríe, ha ganado, de momento ha ganado, pero no puede mas.

– Doctor Márquez, ¿puedes?

-Claro, Doctor Monforte, perfecto, todo perfecto.

-Eso espero, ¿te puedo dejar solo?

-Sabes que sí, ¿así estás?

-Sí, así estoy, pero hemos llegado, confío en ti.

-Dos horas AM, veinte minutos, sale de la habitación el cirujano jefe, doctor Luis Monforte, nuevo Cirujano Jefe, Doctor Laureano Márquez.

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