
Galante mira a la impresionante figura que tiene delante suya, una mujer de bandera, guapa, morena, con el pelo largo, de una belleza casi dieciochesca, blanca como la leche, con los ojos claros, pero de un azul indefinible, unas piernas largas, tan largas que se pierden en la fantasía de los que las ven, sonríe, la punta de las botas lo tiene fascinado.
-Bien señora Cienlobos, hemos terminado todas las pruebas habidas y por haber, todo confirma lo que ya sabía, tan solo que un poco peor, como ya habrá imaginado.
-En ese caso, -ni un solo movimiento en la cara que delate que le importa su propia vida-, ¿cuales son las opciones que me quedan?
-Puede que haya tenido suerte de venir aquí…
-No, solo es un lugar en el camino, una designación, solo eso, continuaré mi camino….
Ahora el que interrumpe, es Galante.
-No, no es eso, es que ha tenido la suerte de que aquí tenemos a uno de los más eminentes cirujanos cardiovasculares que puedan existir.
– ¿Sí?, -una sonrisa que apenas lo es-, ¿y quién es ese señor que está escondido en esta ciudad de provincias?
Galante sonríe, si fuera por él, con todo el poder que le obliga a atenderla, se hubiera callado, no es un regalo, y menos para Luis, pero ya ha comenzado a hablar, la cosa tiene que seguir.
-Es el doctor Monforte.
-No he oído hablar de él.
-Pues es que se mueve poco en los círculos que debería, -es chulería, le encanta joder a la prepotente-, pero cualquiera que tenga que ver con esta parte de la cirugía, seguro que lo conoce, algunos, aunque no les gustaría que alguien que los supera exista siquiera, -sonrisa de bondad beatifica que quiere indicar una bofetada a la prepotente.
La mujer lo mira, no es sonrisa, no es nada, es algo que solo ella tiene, y durante un momento, Galante sonríe, pero sabiendo que esa sonrisa no tiene nada bueno.
– ¿Me asegura que existe un cirujano que puede, con garantías de éxito, -nueva sonrisa-, acometer el reto de salvarme la vida?
Galante asiente, aunque no sonríe.
– ¿Puedo conocerlo?
-Si, por supuesto.
– ¿Ahora?
-No lo sé, siempre está liado, primero creo que debería de estudiar el caso…
-Si es tan bueno como dice, -la enigmática sonrisa que no lo es, aparece de nuevo-, debería de dar, prima facie, una opinión, por lo menos eso.
-Supongo, Galante se da cuenta de que la que tienen enfrente es alguien a tener en cuenta, no es solo una bella mujer, es algo más… quizás tenebroso, comienza a darle miedo, y se da cuenta de que quizás mentar a Luis no ha sido buena idea, solo algo que quería para darse a importar…
-Sí, espere un momento.
El teléfono.
-Luis, ¿dónde estás?
-Acabo de salir del quirófano.
– ¿Cómo estás?
-Sucio, cansado, agotado más bien, pero alguien que se ha escapado de la puerca, otro más, suerte, eso lo vale todo.
-Sí, ¿podrías venir?
-Tengo que arreglarme un poco, quitarme por lo menos la impedimenta de quirófano…
-No, déjalo todo, sube a mi despacho, alguien necesita una opinión sobre…
-Calladito estás más mono, ¿un laberinto?
-Como lo sabes.
-Subo ahora, pero es la última, no mientes mi nombre ni, aunque sea el presidente del gobierno.
-Lo sé, lo sé.
El teléfono acaba, Galante mira a la mujer, sonríe.
-Ahora sube.
De nuevo la enigmática sonrisa que no lo es.