08 Una Cerveza

-Genaro, dos cervezas.

             La mole de siempre, vestida como siempre, asiente, los veladores están casi todos cogidos, pero ahora se está bien.

-Esto huele como solo el mismo.

 – ¿De que hablas?, -le pregunta Ernesto.

-El barrio, que pareces tonto, han pasado mil años, y huele lo mismo.

-Supongo que sí, -su hermano le da un trago a la cerveza que deja la mitad en él.

– ¿Cómo te va?

-Bien, ya mismo puedo empezar a devolverte…

             Luis levanta la mano.

-Ni se te ocurra, ya sabes, mis sobrinos, un regalo.

-Una mierda, los tiene que cuidar su padre.

-Déjate de historias, tenías cabeza, ¿por qué no estudiaste?

-Porque no servía, Luis, tú lo sabes.

-Sí, y que soy tonto, madre que decía que yo si valía, más que tú, y llevas el taller mecánico de Padre, que tenía que llevarlo yo.

-No, me gusta lo que hago, está bien, algunas rachas malas, puedo ir al banco…

– ¿A que te saque lo que no tienes?, déjalo, yo me gasto menos que un chupe de plomo.

-Sí, lo sé, ¿por qué no sales fuera?, con la pasta que ganas, yo estaría fuera todo el día, soltero…

-Ese es el problema, Ernesto, que soy viudo, que…

             Ernesto asiente.

-No me des la brasa, que ya ha caducado.

             Luis sonríe.

– ¿Y de verdad no vas a ir a ver a madre?, Luis.

             Este niega con la cabeza, levanta un brazo, al poco dos cervezas frías como el mes de Enero.

-No, Ernesto, no puedo, no quiero, ¿cambiarlo todo?, no, no tengo derecho.

-Pero los hijos de puta, no la dejan verla.

             Luis mira a un punto que no vería nadie.

-No tienen derecho, Ernesto, pero pueden hacerlo, lo siento por ella.

– ¿Y tú?

-Lo perdí en el momento en que me perdí.

             Silencio.

             Ernesto lo mira sin decir nada, al final habla.

-En verdad, hermano, como estás, no vienes nunca, ¿sigues igual?

-No, -Luis sonríe-, sigo la vida, esperando que me dé algo que no sé lo que es, me levanto, opero, opero de nuevo, visito a los enfermos, propongo, hago, llego a casa, duermo, el día siguiente es el mismo, aunque sea diferente…, ya sabes, -nueva sonrisa-, lo que es la vida.

– ¿Y nada más, ni ilusiones, ni posibilidades…?

             Luis se encoge de hombros.

– ¿Sigues con lo de arriba?

             Luis asiente.

– ¿Vas?

             Luis niega, Ernesto le da un trago largo.

-Es tu dinero, lo que veas, por mi está bien lo que hagas.

-Lo sé, si necesitas algo, Ernesto, pídelo, no te cortes, lo que quieras.

– ¿Tanto ganas?

-Cuando no me quisieron, me hicieron un favor, mejores condiciones, mejor sueldo, mejores incentivos, lo que es un hospital privado, solo eso, lo demás, -otra sonrisa triste más-, lo demás, ¿importa?

             Ernesto asiente con la cabeza.

-No, supongo que no.

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