07 Cuestión de…

Un mes, un maldito mes que ha tenido que cambiar de parque, otro, más pequeño, más peligroso, más cabrón, con obstáculos, con gente que conoce, pero que es mejor no conocer, que no hacen nada porque son cabrones los Monforte, más su hermano que es una bestia con pelos en el lomo, y se pregunta por qué, y lo sabe, la correcaminos que le ha dado fuerte, se mira las manos, mil años limpiándolas y seguro que no saldría la mierda que tiene, además, un dedo machacado, que el motor no quería entrar, entró, pero con un dedo suyo, curará, no ha empezado medicina pero lo sabe, no conoce nada de medicina, pero se conoce a sí mismo.

             Ahora ya no está en el parque viejo, andrajoso, el de su barrio, está en el otro, y se sonríe a sí mismo, sabiendo que no estará la bonita correcaminos, pero si estuviera…, y respira fuete mientras calienta, le da igual, por lo menos se ha puesto en forma, como un animal, siempre lo ha sido, los genes de padre, duros, los de madre flexibles, irrompibles, y lo agradece.

             Es suerte, destino…, no le importa, pasan varios corredores, mejor tiempo, los abandonados salen, y ella también, sonríe, y comienza a correr, se coloca a su lado, la chica lo mira, sonríe, acelera, el también, se pega a su lado, la chica vuelve a sonreír, pero más corre, la sigue, le saca la cabeza, esta tan delgado como ella, y continua, una vuelta, otra más, la chica caldea, el empieza a hacerlo, pero aun no, otra más, las piernas de la chica marcan el suelo con menos certeza que al comienzo, se para, agacha la cabeza.

-Vale, vale, tu ganas, ¿qué esperas, una medalla?

-Sí, bueno, dos, que me ha costado cogerte, que me he tenido que entrenar…

             La chica levanta la cabeza, sonríe, ahora el corazón tiene la carrera, parece que se le va a salir por la boca.

– ¿Qué quieres que te dé?

-Tu nombre, tu teléfono, y si tienes novio, donde se mueve, para matarlo.

             Nueva sonrisa de la chica.

-Te ahorro el asesinato, no tengo, y, ¿por qué te voy a dar mi teléfono?

-Sería extraño que no tuviera el teléfono de la madre de mis numerosos hijos.

-Sí señor, sabes ligar.

-No, pero quiero tu teléfono, tu vida entera, sin obligar, solo que me gustaría…

-Nieves, me llamo Nieves.

– ¿En un lugar donde los cuarenta y cinco grados son normales?, se agradece.

– ¿Y el padre de mis hijos?

-Luis, el mísero mecánico que aspira a poder entrar en tu vida.

-Sí, seguro, con lo que corres, seguro que a nada que me descuide saldrías corriendo.

-Nunca, es una promesa, de las de Ulises.

-Coño, que clásico, don Luis.

-Doña Nieves, que usted no me conoce, pero, que soy así.

-Vale, vale, para ti la peseta, ¿y si comenzamos a correr todos los días?, te ganaré.

-Sí, supongo que sí, siempre es así, la bella heroína gana al ganapán que quiere conseguir que se fijen en él.

             Nieves sonríe.

-Qué poca vergüenza tienes.

– ¿Otra carrerita?

-Despacio, que se me afloje el flato que está a punto de darme.

-Usted me manda, bella dama.

-Que morro tienes, mecánico.

-Lo que usted diga, -nueva sonrisa, Nieves arranca, la vida se vuelve del color de la ilusión para el hijo del mecánico.

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