
Acaba de aprobar la selectividad, la segunda mejor nota de la provincia, le ha salido bien, mejor el primero, pero no pasa nada, llega de sobra a la puntuación necesaria para que entre en la facultad de medicina, aún faltan casi tres meses, pero su padre necesita ayuda, así que de vacaciones nada, solo llenarse de grasa, que además le gusta, le gusta cómo se componen los motores, desarmarlos, limpiar las piezas, volver a montarlos, y sobre todo que funcionen, y si es mejor que antes…, soberbio.
Pero también sabe que es un trabajo con esfuerzo físico, pero que necesita más, o quiere más, no lo sabe, el caso es que está en el enorme parque, aún no ha amanecido, hace frio, las zapatillas que le producirán ampollas, los pantalones que le dejaran los testículos rozados como si fueran la espalda de un gato, arañada, y las orejas que tenderán a crear unos sabañones que se verán desde los satélites, pero le da igual, tiene que coger flexibilidad, forma, cuando empiece en la facultad, tendrá que echarlo todo, y tiene que estar como una bestia, petado, como diría su hermano, no puede ni enfermar, Ernesto que tiene cabeza no quiere estudiar, o ha pasado por él, el caso es que no puede permitirse ni un fallo, ni uno siquiera, las becas le pagan todo, pero no le aportan dinero para la familia, así que lo que es un esfuerzo notable para la familia, no permitirá que sea aún mayor.
Se atreve, años sin correr, y mira que le gustaba, pero… comienza, despacio, los músculos fríos son ganas de joderte, el caso es que avanza, despacio, no se calienta, eso es bueno, el frio lo impide, más velocidad, sonríe, si, va bien, de pronto alguien que lo adelanta, como si nada, como si fuera un pingajo en el camino, es una chica, sin saber porque, aumenta la velocidad, no sabe, aunque sabe que no aguantará, pero lo hace, más velocidad, más cansancio, la pilla, va a adelantarla, pero ella sin mirarlo eleva la velocidad, otro esfuerzo, casi el imposible, de nuevo lo intenta, pero más avanza la chica, sin despeinarse, al final, unos minutos después, se deja caer en la fría hierba, el puto clavo en el costado, el flato, no esperaba menos, pero no se acordaba que dolía tanto, se queda quieto unos minutos, solo eso, mañana será otro día.
– ¿Estás bien?
Levanta la cabeza, es la que intentó adelantar, seguro que le ha dado la vuelta al parque, le sonríe haciendo puntas, como si quisiera decirle que es una mierda pinchada en un palo, pero la mira de nuevo, es tan guapa que puede decirle lo que quiera.
-Sí, no te preocupes, es que me pico con todo, continúa corriendo, se te da mejor que a mí.
-En ese caso, ¿bien?
-Como un reloj suizo…, pero de los viejos.
La chica sonríe, se le cae la cara de guapa.
Observa cómo se aleja, ya no duele el flato, respira bien o eso le parece, no le importa, se acaba de enamorar de la correcaminos que acaba de destruirlo como si no fuera nada, pero Luis Monforte, futuro médico, lumbrera de la humanidad, compendio de todas las virtudes, no puede dejar que una chica tan guapa no disfrute de su excelsa compañía, y se sonríe para sí mismo, el hijo del mecánico tiene guasa, y mucha, porque sabe que reírse de uno mismo, es algo que es saludable, no olvidar de donde viene, es no perderse en el camino que te llevará a dónde quieres llegar.