Beatriz de Hinestrosa, la Infiel Esposa

En 1449, existía una casa en la Calle Conde de Priego, en la cual moraba el Veinticuatro Fernan Alfonso de Córdoba, tercer Señor de Belmonte, con su esposa D.ª Beatriz de Hinestrosa, á la que adoraba, ignorando el desengaño que en premio de su amor recibiría. Frecuentaban la casa sus primos Jorge y Fernando de Córdoba y Solier, Comendadores en la orden de Calatrava: el primero contrajo relaciones criminales con su prima, en tanto que el otro se entretenía en enamorar á otra Beatriz, doncella, segun unos, de la señora, ó prima, como dicen los Casos raros de Córdoba, aprovechando la ausencia del que podia y llegó á poner remedio á tantas liviandades, cuando advertido de ellas por un antiguo esclavo ó mayordomo llamado Rodrigo, vino á Córdoba, observando cautelosamente á D.ª Beatriz y sus primos, que como tales frecuentaban la casa casi diariamente. Convencido de su deshonra, y ansiando tomar venganza pronta y segura, dispuso todas las cosas como para ir de caza, aficion en aquellos tiempos aun mas general que hoy, y se marchó con su fiel Rodrigo, asegurando no volvería en una semana; red tendida para envolver en ella á tan incautos y mal aconsejados amantes que, aprovechando su ausencia, se prepararon á pasar la noche entregados á las delicias de sus amores; mas él, tornando á Córdoba con su criado, penetró en la casa sigilosamente y hallólos en sus lechos completamente descuidados: penetró en la estancia, y arremetiendo contra Jorge, que asombrado, apenas intentó defenderse, de un golpe en la cabeza lo dejó muerto en el acto; salióse de allí, y yendo al cuarto de la doncella Beatriz, á quien dio muerte, se lanzo á Fernando que se defendió contra su primo, sin que esto le evitara perder también la vida, como sucedió á otra criada llamada Catalina que acudió al estruendo: tornó á su aposento, y la culpable D.ª Beatriz se arrojó á sus plantas, rogándole, no perdón, pues no lo merecía, sino que la permitiese confesar : concedióle esta gracia, y cumplido su deseo, con un sacerdote que Rodrigo trajo de Santa Marina, puso fin á su existencia, clavándole en el pecho la daga pendiente de su cintura. En seguida salieron de Córdoba, marchando á Antequera, cuya ciudad pidió el perdón al Rey, que le fué otorgado á 2 de Febrero de 1450, en virtud de un privilegio de la misma para que fuesen perdonados los delitos á los que allí sirviesen mas de un año á sus espensas y en pro de las armas de Castilla que sostenían la guerra contra los moros de Granada. Fernán Alfonso de Córdoba, casó despues con Doña Constanza de Baeza, y tuvo sucesión, de quien descendieron los Condes de Priego.
Este trágico suceso, contado por diferentes poetas y escritores, se refiere con distintos accidentes, por lo que nos hemos concretado á lo mas esencial y probable. Dicen que un anillo regalado por el Rey á D. Fernando, dado por éste á guardar á su esposa, quien lo entregó á D. Jorge, fué la causa principal de descubrirse aquel adulterio; que en aquella horrible noche murieron todos los criados, criadas y esclavos, cuando la cédula de perdón se refiere solo á cinco personas; que no perdonó ni á un papagallo, echándole en cara que, sabiendo hablar, nada le había dicho, lo que para nosotros es una vulgaridad, y no faltando, por último, quien confunda esta tradicion con la fabulosa de la Torre de la Malmuerta.