El Cristianismo, los Bancos, y los Prestamistas en General

No hay ninguna descripción de la foto disponible.

Ya se sabe que los bancos y demás entidades financieras, se dedican a obtener beneficios con el préstamo de capital a personas que lo solicitan, siendo el dinero que ofrecen, el que obtienen de los ingresos de otras personas, de tal forma que nada exponen, pero que la diferencia (enorme), entre lo que pagan y reciben unos y otros, les hace obtener beneficios, que yo diría injustos.

Pero el tema no es ese, mi pregunta es la siguiente ¿Deberían los cristianos de confiar, es más, trabajar de cualquier forma y manera, con las entidades bancarias que hacen prestamos?

¿Por qué digo esto?, tiremos de lo que hemos descubierto.

La Iglesia católica ha condenado tradicionalmente el cobro de intereses, censurándolo con el nombre de «usura». San Buenaventura decía que con el cobro de intereses se vendía el tiempo. Para algunos de los escolásticos del Siglo de oro español, usura es el precio cobrado en cualquier préstamo, ya que entendían que el dinero no era productivo y de acuerdo con esta interpretación, todos los bancos practicaban la usura. La Iglesia cristiana tomó como causa propia la prohibición de los intereses, provocando un intenso debate que duró más de mil años. Se tomó como referencia los decretos del Antiguo testamento:

Éxodo, XXII, 25, “Si dieres a mi pueblo dinero emprestado, al pobre que está contigo, no te portarás con él como logrero, ni le impondrás usura.”

Levítico, XXV, 35-37:

35 Y cuando tu hermano empobreciere y se acogiere a ti, tú lo ampararás; como forastero y extranjero vivirá contigo.

36 No tomarás de él usura ni ganancia, sino tendrás temor de tu Dios, y tu hermano vivirá contigo.

37 No le darás tu dinero a usura, ni tus víveres a ganancia.

Deuteronomio, XXIII, 20. “Del extraño podrás exigir interés, más de tu hermano no lo exigirás, para que te bendiga Jehová tu Dios en toda obra de tus manos en la tierra adónde vas para tomar posesión de ella.

Salmo XV. (5) “Quien su dinero no dio a usura,

Ni contra el inocente admitió cohecho.

El que hace estas cosas, no resbalará jamás”

Todo esto, como una referencia a la usura en el Nuevo testamento (Lucas, VI, 36-38).

Con esta base, la Iglesia católica prohibió en el Concilio de Nicea I el cobro de intereses al clero, regla que luego extendió al estado laico en el siglo V.

Bajo Carlomagno (Admonitio generalis, siglo VIII), la usura fue declarada delito. Este movimiento contra la usura ganó ímpetu durante la Alta Edad Media hasta el punto que, en 1311, el papa Clemente V prohibió totalmente la usura y declaró nula toda legislación secular en su favor. Las Cortes de Castilla reunidas en la ciudad de Alcalá de Henares bajo el reinado de Alfonso XI prohíben esta práctica en 1348. No obstante, fueron apareciendo tanto vacíos en la ley como contradicciones en los argumentos de la Iglesia, lo que provocó una lenta revisión de ideas a favor del cobro de intereses. El ascenso del protestantismo incidió fuertemente en el cambio, aun cuando hay que destacar que tanto Martín Lutero como Juan Calvino expresaron reservas acerca de la práctica de la usura, sin por ello dejar de condenarla.

Eso significa que los protestantes, van por otro lado, dejémoslo ahí, pero continuemos con lo nuestro.

Algunos intelectuales dentro de la más pura ortodoxia y en el seno de la Iglesia Católica defendieron la licitud del cobro de intereses. Muy comentada en su tiempo fue la obra De usuras y simonía (1569), en la que su autor, Martín de Azpilicueta justificaba la licitud de los préstamos con interés. Como resultado de todas estas influencias, de acuerdo al teólogo Ruston, alrededor de 1620 «la usura pasó desde ser una ofensa a la moralidad pública (que un gobierno cristiano hubiera debido suprimir), hasta materia de conciencia personal, y una nueva generación de moralistas cristianos redefinieron la usura como interés excesivo». No obstante, para algunos de los escolásticos del Siglo de oro español, usura sigue siendo el precio cobrado en cualquier préstamo, ya que entendían que el dinero no era productivo y de acuerdo con esta interpretación, no habría banco que no practicara la usura.

Que no lo digo yo, que esto de arriba, es dicho por doctos cristianos.

De cualquier forma, las críticas siguen impregnando todavía el pensamiento de la iglesia. Así, la Iglesia de Escocia declara en su informe sobre la ética de la inversión y la banca (1988): «Aceptamos que la práctica de cargar un interés por negocios y préstamos personales, no es, por sí mismo, incompatible con la ética cristiana. Lo que es más difícil de determinar es si el interés impuesto es justo o excesivo».

Ya empezamos a “recular”, que el dinero, es el dinero, y….

La ambigüedad continúa, pues mientras la encíclica Rerum Novarum (1891) del papa León XIII habla de la «usura devoradora… un demonio condenado por la Iglesia, pero de todos modos practicado de modo engañoso por hombres avarientos», en la encíclica Sollicitudo rei socialis (1987) de Juan Pablo II, no aparece ninguna mención explícita a la usura, excepto por su referencia a la crisis de la deuda externa del Tercer Mundo.

Bueno, pues ya hemos visto, como el tiempo lo cambia todo, incluso la interpretación de la doctrina, de la ideología, y en este caso, de aquellos que nos traducen lo que deben de ser las creencias.

Pero no hablemos ya de fe, que incluso los pragmáticos y corruptos romanos, en el 340, prohíben la usura, de tal forma que, en tiempos de Justiniano, llegó a ser de una media del cuatro al ocho por ciento, como máximo. ¡Estaban locos estos romanos!, donde se pongan los créditos rápidos….

Por supuesto, gente como Platón, Aristóteles, Catón, Cicerón, Séneca, si nuestro amado filósofo y Plutarco, por no mencionar a una pléyade, condenan la usura.

Ya sabemos que no son tiempos de bonanza para el Islam, pero el Corán, prohíbe la Riba, los intereses, de hecho existen bancos islámicos que prestan dinero sin interés.

Yo, hombre agobiado por nuestros amables usureros, me quedo con lo que decía, una persona que, incluso entre los que no creen en él, son dignas de elogio.

“Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones. —Isaías; 56, 7

Pero ustedes han hecho de ella una cueva de ladrones—Jeremías; 7, 11”

Jesús visita el Templo de Jerusalén, el llamado Templo de Herodes, cuyo patio es descrito como “lleno de ganado” y tablas de cambistas, que cambiaban las monedas griegas y romanas por monedas judías y tirias (las únicas que podían usarse en las ceremonias del Templo). Jesús se molestó tanto por esa situación que formó un látigo con varias cuerdas y a golpes hizo salir al ganado y tiró las mesas de los cambistas y de los vendedores de palomas, haciendo caer las monedas por el suelo.

No me alargo más, que me pongo pesado, todo el mundo sabe de que hablo, y algo, solo por el hecho de su existencia, no implica que sea justo que continúe.

“Et erit in die volucres et iumenta in ut pascat manet, non videtur quod vita sit in usu.”

(Y los buitres dejarán que muera el ganado para alimentarse de sus restos, pues no piensan, que, vivos, puedan serles de utilidad.)

Pedro Casiano González Cuevas 2.019.

Por supuesto, sin estar en plenas facultades mentales. Gratias ago Deo.