La Ruta de Córdoba a Toledo

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Hace días, en una conversación que nada tenía que ver con la historia, salió a tenor de un comentario, sobre el lugar de nacimiento de uno de los contertulios, amante de su tierra, la idea de las ciudades de la sierra, más en concreto de las norteñas.

Las ciudades, que no pueblos que conforman Córdoba, que no todo es capital, son algo fascinante y olvidado, incluso por mí. Siempre empecinado como burro en noria con la capital, he dejado esa asignatura pendiente, aun sabiendo que es tan importante, sino más, que la de nuestra Córdoba intramurallas.

Y terminada la citada conversación, me vino a la mente la meseta del norte, harto conocida por mí, y siempre mencionada en cualquier conversación en la que mi vida sea explicada.

Otra Córdoba, pues Córdobas hay muchas, y está en concreto es… como decirlo, la palabra en español carece de matices, los ingleses, aunque me pese, tienen una palabra que lo define mejor “Highlanders”, la gente de las tierra altas.

Porque es Córdoba, pero otra Córdoba, la mesetaria, la que nos mira desde arriba, en sus alturas, donde apenas apures el coche en una cuesta interminable, descubres algo que no tiene nada que ver con lo que has dejado.

Una tierra bella y dura, granito y frio, llana como un plato y agreste como el norte más norteño. Gente dura, honrada y parca en palabras, al final más cordobeses que los de la capital, y lo sé, porque he bregado mucho con ellos, con los habitantes de esa Córdoba más lejana, ausente y extraña que la de la Vega.

Y allí, entre chaparros y praderas verdes de invierno, transcurre la ruta de Córdoba hacia Toledo, una de las vías comerciales más importantes de Córdoba. Mucho más lo fue en tiempos de los Árabes, ¿Por qué?, sencillo, cuando las invasiones vienen del sur, es un obstáculo, cuando son del norte, se convierte en un farallón que protege la vega, toda Córdoba en suma.

Como siempre, si olvidados estamos en la capital, imaginaros aquella zona, en otros tiempos, lejanos, tierra de valor, hoy apenas si se sabe que existe.

Sirva este artículo no para conocimiento de extranjeros despistados o nacionales amantes de las rutas secundarias, sino para los propios cordobeses, los que haciendo un pequeño esfuerzo, cada vez está más cerca, la visiten, la vivan, que solo con el aspecto culinario, van de sobra recompensados. Que sea de mayor provecho la visita, conociendo sus grandes extensiones, su arquitectura diferente de la nuestra, y por supuesto su historia, ahora olvidada, pero no por ello menos importante.

Ciñéndonos a la ruta de Toledo, y en concreto a la época del Imperio Cordobés (si, si, Imperio). Esta ruta protegía el paso obligado a una de las ciudades más importantes, Toledo, y desde allí a territorios más lejanos, Zaragoza, incluso Paris, pues en los tiempos que relato, Magerit (Madrid), era solo una pequeña población.

Sirva esto para definir lo que hoy es Hinojosa del Duque, Belalcázar, el Viso, hasta Santa Eufemia, ¿y porque lo delimitamos?, porque aparte de sus restos paleolíticos encontrados, (Hojas y lascas en el Epipaleolítico, en el calcolítico hachas pulimentadas, cerámicas pintadas de la edad del bronce…) y demás, asuntos demasiado extensos para introducirnos en tan gran legado, nos encontramos con la fascinación de un pasado digno de relatar.

Sabemos que en tiempos romanos era la región llamada Idias, de la que no se tiene circunscripción exacta, pero por orografía, y lógica, pues los romanos se asentaban en ella, debería de ser la que describo.

La ciudad de Baedro (Posiblemente el Viso), quizás también Solía, posiblemente la propia Hinojosa, están plagadas de lápidas, cerámicas y multitud de restos romanos, siendo ya zona importante en estos tiempos y en los tardoromanos, con gran influencia de la Iglesia.

Pero lo más interesante, es que, yo mismo me asombré al descubrirlo, formó su propia taifa en los tiempos de descomposición del Califato, teniendo como Reyes a Hodail I, Abdalmelic I, Hodail II, Abdalmelic II y Yahya, siendo la penúltima Taifa o Reino en ser conquistada por los almorávides, casi nada. Pero retrocediendo un poco, nos encontramos que fueron en tiempos hispanoárabes ciudades importantes, localidades que controlaban la citada ruta.

A fuer de una sólida implantación cristiana, el nombre castellano de las citadas ciudades nos hace olvidar su pasado musulmán, siendo así que ni los propios habitantes conocen la trascendencia de sus ciudades en aquellos tiempos.

Veamos como ejemplo Belalcázar, nombre castellano, castellano si afirmamos que alcázar ya formaba parte del diccionario español, porque el citado nombre proviene del apocope de Bello Alcázar.

Al-Qasr es el nombre árabe, que a su vez deriva del plural de la palabra latina castrum (campamento militar), castra, viniendo a significar castillo o palacio fortificado, resumiendo fortaleza, que a mí me gusta más llamarla Bella Fortaleza, así queda mejor expuesta a mi gusto, sea históricamente cierto o no. Si la castellanizamos completamente se hubiera llamado Belcastro, o Bellatorre, o cualquier otro nombre, pero no, es Belalcázar.

Un inciso, que me encanta. En tiempo de los árabes, esa zona era llamada Fohs-al-Bolut y Fahs-al-Bolut, que significa en árabe “Llano de las Bellotas”, pero no caigamos en el chiste fácil, los árabes gustaban de la bellota como manjar, calificando a las de esta zona entre la mejores por su calidad. El que la halla comido, como yo, sabe de lo que hablo, despojando el tópico de “para los cerdos”

Pero se olvida que Belalcázar no es su nombre, previamente había sido nombrada como Gahet, es decir no es un pueblo castellano, es previo de pasado árabe, romano, y anterior celta, sin hablar épocas anteriores.

No olvidemos que la joya del pueblo, el castillo de los Sotomayor, no nace de la nada, recordemos siempre que la lógica de defensa tiende a reconstruir bajo sus propios parámetros las fortalezas destruidas incluso. ¿Por qué?

Porque hasta la llegada de la artillería en siglos posteriores, el tipo de construcción era similar, y porque el conquistador habría sufrido para conquistarla, que el que la hizo no era tonto, sino versado en defender por medio de edificios sólidos, y no olvidemos que por economía de medios, se reutilizaba todo. Sí quedaba algo en pie, ya tenían cimientos, y ahora vístela de nuevo y ya tenemos fortaleza.

Y lo más importante, el primero que llegó con una espada, miró alrededor, y vio cual era el mejor sitio para impedir ser conquistado. Allí, seguro que hubo una fortaleza, y sobre estas otras, ¿es posible que, por ejemplo, en Belalcázar existan otras atalayas? (nombre árabe hispánico aṭṭaláya‘, y este del árabe clásico ṭalā’i‘, o torre de vigilancia), miremos los montículos en derredor, y quien sabe… o quizás en las cercanías existieran Qal’a (en plural Qila), que era otro tipo de fortificación no urbana situada en una posición estratégica para dominar caminos y valles de ríos de mucho tránsito, o siguiendo a la imaginación, vayamos más lejos… o quizás Hisn, (plural Husun) recinto fortificado cuya principal función era dar protección al campesinado y su ganado en tiempos de guerra, así como el control y la vigilancia de los caminos… ¿lo han estudiado?…

Otra pregunta me surge, ¿Dónde estaba la Mezquita en Belalcázar, o en Hinojosa?, porque con núcleos tan importantes de población, teniendo reyes incluso, ¿no disponían de lugares para adorar a su Dios?, dejémoslo ahí, que solo eso es motivo de otro artículo.

Pero mira por donde, ya existía una fortaleza romana, sobre la que después se asentó una musulmana, con torres albarranas, de forma similar a la de la Calahorra, y de la cual quedan sólidos vestigios en la parte exterior, lo que es llamado militarmente primer perímetro de defensa. Además de utilizar torres de base cuadrada en las esquinas y comedio de los costados, aparte planta cuadrada principal, siendo normales estos planteamientos en las fortificaciones hispanoárabes.

Pero lo que más me sorprende, es que este pedazo de tierra nuestra, tiene algo en su historia por el que matarían los catalanes, ¡CINCO REYES!, casi nada, pedazo de historia que tiene este lugar del mundo que hemos tenido la suerte de que esté en Córdoba.

Podría seguir páginas y páginas, pues tiene una historia, que a pesar de desconocida es fascinante, si queréis saber más, pedidlo, que no me cuesta trabajo, muy al contrario, intentar narrar el pasado de esta maravillosa tierra es un lujo.